Hermana Judith Giroux

Vida recibida de un Dios loco de amor y vida vuelta a dar por amor a este Dios y a la humanidad: he ahí el dinamismo central que me anima. Estas dos dimensiones de mi existencia son inseparables. Ellas son la respiración de mi ser, el motor de mi aventura espiritual cuyo corazón no es otro que el Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Si me detengo a la primera dimensión, la encuentro sobre todo en mis tiempos de oración. Son momentos privilegiados donde me dejo amar y convertir por Dios gracias a su Palabra y a su Pan de Vida. Pienso entre otros a la Eucaristía, al oficio divino, a la oración, a la Lectio divina, al rosario, a la adoración. Estos tiempos ahondan mi intimidad con Dios y me invitan constantemente a dejarme transformar en profundidad para llegar a ser, sobre los pasos de Jesús, don por la vida del mundo.

La segunda dimensión que se desprende de la primera, la resumo en una palabra, la de misión. Ella consiste para mí a dejar desbordar en el concreto de mi existencia esta vida de oración y de adoración donde el Amor me marca profundamente. Vivo entonces la dimensión misionera por el don de mí misma, ya sea en las tareas las más humildes como la limpieza, ya sea en un servicio más visible de animación de la liturgia.

Adoración y misión son entonces las dos dimensiones inseparables de mi existencia que hacen que mi vida llegue a ser más y más una Eucaristía.

 

Hna. Judith Giroux, o.p., 2011