Oh María, te abrimos nuestros corazones
O María, nuestra buena madre, te abrimos muy grande nuestros corazones y nuestras casas para que el Espíritu Santo entre en ellas, que él esté en tu casa. El Espíritu Santo, él que te ha preparado a recibir al Enmanuel, que él nos prepare a nosotros también a acogerlo bien. Nuestras lámparas encendidas, en la fe y la esperanza, nosotros lo esperamos.
Quisiéramos que todas nuestras Eucaristías sean Navidades anticipadas. Quisiéramos vivir contigo y en ti llevando a Jesús en tu seno, en una grande intimidad.
Quisiéramos, oh buena Madre, adorarlo, escondido en tí, y decirle gracias por la Encarnación, gracias de haber querido tanto tomar un cuerpo para mostrarnos a su Padre, para salvarnos. Gracias de haber querido tanto prolongar esta Encarnación sobre nuestros altares por la Eucaristía.
Quisiéramos, más a menudo que de costumbre, entrar contigo en el Corazón de este Pequeño, para adorar con él al Padre y darle gracias por la Encarnación y la Eucaristía.
Oh buena Madre, quisiéramos que nuestro adviento sea un adviento de recogimiento, un adviento de luz para nuestros espíritus, de calor para nuestros corazones, un adviento eucarístico con la humanidad entera, donde tomaremos más conciencia de nuestras responsabilidades por la vida del mundo, donde llevaremos en tu corazón, para que tú les lleves al Corazón de Jesús tu Hijo, las miserias, las penas, las angustias, los deseos, los suspiros de todos los hombres.
Te rogamos de depositar nuestros suspiros, todos nuestros deseos en el Corazón Eucarístico de Jesús, tu Hijo muy amado, aquel que sin cesar tú nos lo das con Dios el Padre y el Espíritu de amor, en este sacramento de nuestros altares.
Sí, amor y gloria a la Trinidad por el Corazón Eucarístico de Jesús, por este Jesús que tú has llevado en tu seno y que tú quieres dar a la Iglesia entera. Amén.
Madre Juliana del Rosario, 30 de noviembre 1978