Hermana Lise Dufresne

¿Por qué estoy todavía en la ruta? ¿Es el gusto de las excursiones, de los campamentos vividos en la edad de mis años como muchacha guía? ¡Quizás! Pero es más porque me habita el “Sí” ofrecido un día al Dios de mi vida. Mejor dicho, sobretodo porque me habita un Amor, el de Jesús que se da sin cesar por mí como por cada uno y cada una de nosotros en la Eucaristía. Porque él está allí con nosotros y que él me invita cada día a unir mi vida a la Suya.

Entonces, doy gracias al Señor de haberme dado una sorprendente familia religiosa que me ha acogido, hace cerca de 56 años: Las Dominicas Misioneras Adoratrices. Sí, doy gracias por mis hermanas que fraternalmente me han aceptado tal como soy, que me ayudan a crecer en la espiritualidad eucarística que es la nuestra y con las cuales he aprendido a caminar en la fe y en el don de mí misma.

¿Cuáles fueron los momentos los más felices de mi vida religiosa? Ciertamente los primeros años de vida misionera en Perú. Responder a la llamada de la Iglesia que pedía misioneros para América Latina e insertarme en un lugar pobre respondía a mis aspiraciones. He buscado a ser presencia de amor y de esperanza para las numerosas familias precariamente instaladas en Comas a la periferia de Lima. Allí, se desarrolló mi apego por el pueblo peruano, por la Iglesia de la cual descubría un nuevo rostro.

Y después de un intermedio de tiempo, para responder a la llamada de mi congregación, heme aquí de nuevo en la ruta, siempre en Perú. Aún si la edad avanza, quiero guardar mi mirada hacia adelante, hacia un nuevo horizonte: el de participar con cuatro de mis hermanas en un proyecto para la formación de jóvenes peruanas deseosas de unirse a nosotras para vivir nuestra misión eucarística sobre los pasos de santo Domingo y de nuestra muy amada fundadora, Madre Juliana del Rosario.

 

Hna. Lise Dufresne, o.p., 2011