Mi primer soplo sobrenatural
1911, Madre Juliana es bautizada el día de la Ascensión
Delante de Nuestro Señor, puedo decir que mi primer soplo sobrenatural es un soplo eucarístico. Es como tal que lo veo hoy o más bien desde ayer en la mañana. Ustedes saben que fui bautizada el día de la Ascensión. La Ascensión: misterio que viene a cerrar todo el ciclo de los misterios de Cristo…; misterio que nos pone al frente de Cristo glorioso y frente de nuestra ascensión…; el Cristo que parte de la tierra, que sube lentamente, lentamente en su gloria de Resucitado, que sube hacia el cielo, que sube hacia su Padre… Él nos ha dicho el Jueves santo que él subía para prepararnos un lugar (cf. Jn 14,2).
Bien pequeña, a cuatro años quizá, gracias a una mamá como ustedes la han tenido todas, de esas mamás cristianas que educan sus hijos desde temprano en los misterios de nuestra religión…; gracias a esta mamá, aprendía que el misterio de la Ascensión, que había iluminado el primer día de mi vida en la Iglesia, era el misterio de Jesús subiendo al cielo.Mamá describía ello en términos adecuados al espíritu de una niña de mi edad; en mi pequeña imaginación, me veo pequeñita, bebé, en los brazos del Maestro, llevada a través del espacio, subiendo hacia el cielo. Una certeza, me parece, me fue dada que iría al cielo.
En la Ascensión, veo el misterio eucarístico
Hoy vuelvo a ver ello… Ayer en la mañana la volvía a ver esta escena, mi primer recuerdo, y me decía: ¿no era el anuncio de la vida de una pequeña alma destinada por Dios para indicar a los hombres un camino, no nuevo, un camino especial de perfección? Y este Jesús que, que a partir de cuatro años hasta… Ayer, veía bien simplemente a Cristo llevando una alma acurrucada, una alma que estaba allí, acurrucada con ternura en sus brazos y subiendo hacia el cielo; veo allí el misterio eucarístico. Parece un poco que no conviene, quizá, pero ustedes van a ver… De todos modos, estos brazos, este cuerpo, es el cuerpo glorioso del Salvador. Esta niña que se acurruca allí en sus brazos para hacer su subida, es el alma bautizada que se acurruca sobre el Corazón de Cristo, que penetra en él de alguna manera. Es en ese Corazón que ella sube.
La carne de Cristo resucitado, gloriosa, su Corazón que se abre para recibir al bautizado… pero ¿dónde la encontramos esta carne, dónde lo encontramos este Corazón? En la Eucaristía. No hay más que la Eucaristía que va a unirnos tan estrechamente a Cristo y es por la Eucaristía que nuestra ascensión se continúa. Es de ascensión en ascensión, gracias a este sacramento que nos alimenta, nos fortalece, nos diviniza, nos transforma: « Aquel que come mi carne y bebe mi sangre tiene en él la vida eterna » (Jn 6, 54). « Yo en él, él en mí » (Jn 6, 56) : es gracias a este sacramento de amor, a este Corazón Eucarístico, este Corazón de carne que está allí viviendo en medio de nosotros, que se da sin cesar, que en su acto de amor nos atrae et nos lleva…; es gracias a este Corazón Eucarístico que hacemos nuestra Ascensión.
Me parece que ya en mi pequeña vida, a cuatro años, entreveía sin saberlo el misterio que iba a revelar…, no a revelarlo pues Cristo lo ha revelado él mismo y del cual el gran san Pablo ha hablado tanto, pero ha hacerlo conocer un poco sobre la tierra. Este primer recuerdo, hablo de ello simplemente. No tenemos mérito de las gracias que recibimos puesto que todo ha sido merecido por Cristo y luego, por cuantos miembros del cuerpo místico. No sabemos a quién debemos nuestras gracias: a Cristo en primer lugar, a la Virgen Madre luego y a cuantas personas que en nuestra vida tenían un papel que cumplir…, a nuestras mamás cuando las hemos tenido santas. Esta gracia inicial de nuestra vocación, la veo allí.
Madre Juliana del Rosario, 5 de junio 1967