Brazos extendidos (la oración de violencia)
4 de agosto – Día 6
Se ha visto también otras veces al santo padre Domingo orar las manos abiertas, los brazos fuertemente extendidos en forma de cruz, y de pie, el cuerpo bien derecho tanto como él podía. Es así que él oraba cuando, por su oración, Dios resucitó al joven Napoleón, en la sacristía del convento de San Sixto, en Roma. (…) El santo hombre Domingo recurría a esta manera de orar solo en las circunstancias cuando, bajo la inspiración de Dios, sabía que algo de grande y de maravilloso iba a producirse por la virtud de su oración. Si él no prohibía a los frailes de orar así, no les exhortaba tampoco. (…) Él pronunciaba con lentitud, gravedad y madura reflexión las palabras del salterio que hacen mención de este género de oración. (…)
Así todo hombre piadoso podía admirar a la vez y la devoción y la ciencia de nuestro padre cuando el oraba de esta manera, ya sea que él quisiera como ejercer sobre Dios una grande violencia, por la virtud de su oración; ya sea más bien que, bajo el efecto de una inspiración interior, él tuviera el sentimiento de que Dios le empujaba a pedir alguna gracia singular para él o para el prójimo. Él sacaba su fuerza en la doctrina de David, en el fuego de Elías, en la caridad de Cristo, en una devoción toda divina.
Con Domingo que oraba los brazos en cruz, te imploramos, Señor : danos, a ejemplo de tu Hijo Jesús, de llevar nuestra cruz con amor a fin de seguirlo de verdad.
De pie, los brazos abiertos… abiertos para encontrar, como en la espera de un abrazo estrecho. Como un niño que quiere hacerse tomar en brazos, queremos hacernos tomar en tus brazos, Dios nuestro Padre.
Y como Domingo, que obtenía de ti numerosas gracias, con la misma confianza, rica de su intercesión, te rogamos por la humanidad entera. Danos la abundancia de tu misericordia.
Oración del Jubileo
Oh Dios, nuestro Creador, Redentor y Paráclito, unidos en oración, te presentamos nuestra alabanza, nuestra bendición y nuestra predicación.
Hace ochocientos años, llamaste a santo Domingo a entrar en la vida eterna y a reunirse contigo en la mesa del cielo.
En la celebración de este Jubileo, aliméntanos y llénanos de tu gracia para que podamos realizar nuestra misión de predicar el Evangelio para la salvación de las almas.
Ayúdanos a nutrir a tu pueblo con tu Verdad, tu Misericordia y tu Amor, hasta aquel día prometido en que nos reunirás a todos, junto a los bienaventurados.
Te lo pedimos como Familia Dominicana, por la intercesión de María, en el nombre de Jesús. Amén.