Genuflexiones (la oración de las miradas)

2 de agosto – Día 4

 

Después santo Domingo se iba delante del altar, o bien al capítulo. Ahí, la mirada fija sobre el crucifijo, consideraba con una incomparable penetración. Delante de Él hacía numerosas genuflexiones. A veces también, después de completas hasta la medianoche, ya se levantaba, ya se arrodillaba… (…) Él se formaba entonces en nuestro padre santo Domingo un gran sentimiento de confianza en la misericordia de Dios por él mismo, por todos los pecadores, y por la conservación de los hermanos más jóvenes que él enviaba,  en medio del mundo, a predicar el evangelio a las almas. (…) Él se quedaba a veces mucho tiempo en genuflexión, el alma perdida en arrobamiento.

Y a veces parecía que en este tipo de mirada, su inteligencia penetraba el cielo, y de pronto lleno de una celestial alegría, secaba las lágrimas que corrían de sus ojos. (…) Estaba tan acostumbrado a doblar las rodillas que, aún en el viaje, en los hospederías, después de las fatigas de la ruta y hasta sobre los caminos, durante que sus compañeros dormían o se descansaban, él regresaba a sus genuflexiones como a su arte y a su ministerio particulares. Y por su ejemplo más que por sus palabras, enseñaba a los hermanos esta manera de orar.

 

Con Domingo quien, la mirada dirigida hacia el cielo, se sentía atraído hacia Dios, te imploramos, Señor : mira a aquellos que buscan una presencia o una razón de vivir; que su mirada se dirija hacia Jesús el camino, la verdad y la vida.

Atrae siempre nuestra mirada sobre tí Jesús. Que nuestra mirada permanezca fija sobre tí, tú que estás fijado en la cruz. Que seas nuestro ancla, nuestra defensa, pues es la más grande prueba de amor que jamás hayamos recibido. ¡Tú has dado la vida por nosotros! Y fijando nuestra mirada sobre tí Señor, queremos estar atentos a tí… ¡habla Señor tus servidores escuchan! ¡Abre nuestros corazones a la inteligencia de ta voluntad!

Queremos ponernos de rodillas delante de tí, pues tenemos confianza en tí. En signo de humildad, de dependencia, de adoración y para recibir tu bendición. Al doblar la rodilla delante de tí, Dios, queremos inclinar nuestro corazón. ¡Y nos abandonamos en tí!

Oración del Jubileo

Dies Natalis Sancti Dominici

 

Oh Dios, nuestro Creador, Redentor y Paráclito, unidos en oración, te presentamos nuestra alabanza, nuestra bendición y nuestra predicación.

Hace ochocientos años, llamaste a santo Domingo a entrar en la vida eterna y a reunirse contigo en la mesa del cielo.

En la celebración de este Jubileo, aliméntanos y llénanos de tu gracia para que podamos realizar nuestra misión de predicar el Evangelio para la salvación de las almas.

Ayúdanos a nutrir a tu pueblo con tu Verdad, tu Misericordia y tu Amor, hasta aquel día prometido en que nos reunirás a todos, junto a los bienaventurados.

Te lo pedimos como Familia Dominicana, por la intercesión de María, en el nombre de Jesús. Amén.